Todos hemos sido afectados en nuestra tranquilidad y salud desde que las grandes Ciudades se han infectado de alarmas antirrobo de autos, locales y casas privadas, que suelen dispararse por cualquier razón menos el hurto. Algunas quedan sonando toda la noche mientras, el propietario, a manzanas de distancia, ni se entera de la situación. Éticamente, es cuestionable que la seguridad de un bien material de una persona se haya convertido en algo más valioso que la calidad de vida de un vecindario entero.
Podemos definir al ruido como una combinación
desagradable, indeseable o perjudicial de sonidos. Para una misma
intensidad, por ejemplo, un ruido impredecible resulta más molesto que uno
rítmico o continuo. Los efectos perjudiciales del ruido van desde los
evidentes, como pérdida de la audición, o hipoacusia, a los psicológicos,
que afectan tanto el rendimiento la laboral como la vida de relación.
Hipertensión, estrés, dolores de cabeza, trastornos digestivos,
desequilibrios hormonales, fatiga y bajas en el sistema inmune son parte
de los efectos poco evidentes de la contaminación sonora. El ruido aumenta
la secreción de adrenalina, alterando el comportamiento normal y
afectando, por ejemplo, la capacidad de aprendizaje de los niños.
El
ruido comienza a afectarnos por larga exposición cuando supera los 70-75
decibelios. Pero incluso un nivel de sonido de fondo continuo de más de 40 dB, puede afectar el sueño y al sistema cardiovascular. Un decibelio es la
unidad de medida de intensidad del sonido. Se mide con sonómetros o
decibelímetros. La escala de decibeles es logarítmica, lo que significa
que un sonido de 80 dB es diez veces mayor que uno de 70.
En la
naturaleza un ruido fuerte es señal de peligro y nuestro cuerpo sigue
reaccionando ante ese estímulo. Pero en nuestra sociedades urbanas, como
en el cuento del pastorcito mentiroso, los ruidos fuertes se suceden hasta
que se pierde la capacidad de reacción positiva, como tantas veces lo
vemos en los accidentes de tránsito. En la naturaleza virgen el promedio
de fondo sonoro se encuentra entre 15 y 20 dB, en las zonas agrícolas
alcanza 30-35 dB, en áreas suburbanas entre 35-45 dB y en las grandes
ciudades 45-75 dB.
Muchas Ciudades del mundo superan los umbrales de los ruidos molestos. A la hora del recuento de los ruidos molestos. Si bien después de
los 80 decibelios el oído se resiente, ese nivel suele superarse en muchas
ciudades que, en furia ambiental sonora, solo es superada por Hong Kong, San
Pablo, Nueva York y Paris.
Para empezar, dicen, habría que
Iniciar la recuperación de los espacios verdes, reordenar el transito, hacer mas
exigente el control vehicular e imponer severas multas para quienes no
cumplan con las normas. Sino, habrá que ir resignándose a vivir en la
ciudad del ruido.
Gran parte de responsabilidad le cabe a un
ordenamiento urbano poco racional, a la deficiente aplicación de las
reglamentaciones, a la falta de adecuados controles, a los hábitos
culturales y a la insensibilidad social. Leyes, que las hay, las hay, pero
su aplicación se limita a juicios, denuncias y quejas. Es decir, cuando ya
es tarde. Existen soluciones a nivel urbano, como barreras sónicas
-paneles metálicos y acrílicos o cortinas de árboles y plantas- y a nivel
particular, como recubrimientos aislantes acústicos; pero como en el
cualquier situación que amenace la integridad física o psíquica del
hombre, sólo es realmente efectiva la prevención.
Utilizando árboles adecuados se conseguiría reducir los actuales niveles
acústicos en cinco decibelios (dBA) –pasando de 50 a 45, lo
que “equivale a reducir el tráfico en un 50% (+ o -).
Tabasa, concesionaria de los
túneles de Vallvidrera y del Cadí, aplica un plan de
protección medioambiental, en medio de áreas protegidas, como
son los parques de Collserola, el gran pulmón verde central de
la metrópoli de Barcelona (Spain), y del Cadí-Moixeró, entre el Berguedà y la
Cerdanya. Pero lo de cuidar y pensar con detenimiento el
diseño de las zonas verdes de las autopistas no es una
necesidad nueva.
Las barreras sónicas
utilizando arbolado como una pantalla vegetal con
árboles de hoja caduca –crecen más rápido– que pueden alcanzar
los 12
metros de alto “en un tiempo razonable”, dejando 30 metros de separación
entre arboleda y carretera, pero llenos de vegetación y hojas,
se puede llegar a reducir 5 dBA. En otras zonas menos afectadas, se
pueden instalarán pantallas acústicas tradicionales, a las que se
añadirá ajardinamiento vertical, con alturas de entre 2 y 2,5
metros.
Fuentes de
la empresa Tabasa
explican que en el caso de Collserola, como los lechos son
“ecosistemas muy ricos y dinámicos, pero escasos en toda la
sierra”, se ha evitado cubrirlos o se han intercalado tramos a
cielo abierto, utilizando tubos de anchura suficiente y
construyendo pasos para asegurar el paso de los animales. En
todas las operaciones de ambas carreteras, detallan los
técnicos, se han evitado las áreas y las épocas de
reproducción de la fauna para favorecer su permanencia en la
zona por la que pasan los túneles.
Sin embargo, los
grupos ecologistas del Berguedà, Alt Urgell y la Cerdanya (en
defensa del parque natural del Cadí-Moixeró) y del Vallès
Occidental (que piden la ampliación de protección del de
Collserola) han criticado reiteradamente que una
infraestructura como los túneles “destroza los corredores
biológicos naturales, lo que obliga a alterar los biohábitats
tanto de especies animales como vegetales, causando un daño
irreparable”